ÍNDICE Introducción ....................................................... 11 Capítulo 1. El presidente de esta nuestra comunidad (o cómo sobrevivir al cargo)................................ 21 Capítulo 2. Los sufridos administradores de fincas (o la ayuda de un profesional)......................... 41 Capítulo 3. Tipos de vecinos (o catálogo de subespecies)................................. 73 Capítulo 4. Juntas de vecinos (pero no revueltas) .............................................. 101 Capítulo 5. El mantenimiento de las zonas comunes (sin perder el sentido común)............................. 123 Capítulo 6. Con los estatutos en la mano (y la Ley en la otra).............................................. 141 Capítulo 7. La moraleja de Emilia (o aquellas entrañables porteras)........................ 165 Capítulo 8. Tablón de anuncios (o los papelillos de los vecinos)........................... 177 Capítulo 9. Gazapario ............................................................ 197 A manera de epílogo .......................................... 215
RESUMEN l mando de este garaje es como la colonia Brumel: mejor cuanto más cerca.» Encontré hace tiempo un cartel con este texto, no recuerdo bien en qué página de internet. Como tantos otros avisos, no tiene firma: si lo hubiera colocado el presidente de la comunidad, seguramente se habría identificado. Por eso creo que lo escribiría algún vecino con bastante sentido del humor, y podría haber aparecido en cualquier comunidad de propietarios del país. En todos los edificios surgen, en mayor o menor medida, toda clase de situaciones e incidentes que, según se orienten de una u otra forma, pueden quedarse en anécdota o convertirse en un problema de difícil solución. Si este propietario, en lugar de ese cartel, hubiera colgado otro criticando o insultando al presidente estaríamos ante un problema serio de convivencia. Siempre he pensado que es muy importante tomarse las cosas con buen humor. En este sentido, el recopilatorio de anécdotas que nos ofrecen Javier Ronda y Marián Campra, además de arrancarnos más de una sonrisa, debe ayudarnos a relativizar los problemas y tratar de afrontarlos de otra manera. 14 En las comunidades de propietarios, las personas se relacionan directamente entre sí y esta convivencia diaria tan cercana provoca que salten chispas constantemente. Y cada día los administradores de fincas nos vemos en el medio de estas situaciones, tratando siempre de mediar en los conflictos. 16.000 administradores de fincas colegiados acudimos cada mañana frescos a nuestros despachos. Con renovadas fuerzas tras el merecido descanso y con el móvil ya sonando al traspasar la puerta, llegamos a la oficina siempre dispuestos a enfrentarnos a lo que nos venga. Al acabar el día, no sé cuantos asuntos habremos atendido cada uno de nosotros. Probablemente 16.000 problemas que nos dejan con las fuerzas justas para estar un rato con nuestra familia e ir nuevamente a descansar para que el ciclo continúe, porque la actividad en las comunidades de propietarios jamás cesa. A todos, da igual nuestra actividad laboral, nos parece que no existe un trabajo peor que el nuestro. La profesión de administrador de fincas no es de las que más envidia genera. A veces me gustaría equivocarme de puerta y, aunque fuera por un día, vivir la jornada de trabajo de alguna otra oficina de las que hay en mi propio edificio. ¿Se vivirá tanta tensión como en la nuestra? ¿Cuántas llamadas y correos electrónicos reciben cada día? ¿Sus clientes se irritan tanto como los nuestros? Aunque pueda parecer increíble, equivocaciones como esa son posibles. Uno puede meterse por error en la saca del vecino. Las cosas más inimagina- 15 bles llegan a pasar. Recuerdo que en una ocasión el propietario de una parcela situada en una urbanización me vino a ver y, tras identificarse, me hizo una pregunta sorprendente: ¿Puedes indicarme sobre un plano cuál es mi propiedad? «Este señor no sabe cuál es su propiedad pensé: le sobra dinero». Nada más lejos de la realidad. Resulta que con toda su ilusión se había acercado con su esposa el fin de semana a su parcela, para verla y pisar su terrenito. Este hombre se encontró sorprendentemente con que el vecino colindante se había equivocado de parcela y había comenzado a construir su nueva vivienda sobre el terreno de mi interlocutor. Habían pasado por allí el propietario de la parcela colindante, el contratista, el arquitecto y el aparejador y nadie se había dado cuenta de que habían excavado y construido una buena parte de la estructura sobre una parcela equivocada. Este cliente me decía que no sabía qué hacer, si denunciarlo o dejar que terminara la casa porque, una vez terminada, seguro que nadie la derrumbaba y se la construían gratis. El asunto, como ya supondrán, llegó a los tribunales. Los errores en los edificios pueden afectar a cualquier elemento o instalación y son origen, en muchas ocasiones, de situaciones rocambolescas. Imagínese esos recién casados que tras la luna de miel van con toda su ilusión a su nuevo hogar: una casa nueva, pequeñita y a la que tantos esfuerzos 16 han dedicado. En más de una ocasión las conexiones de las tuberías no son perfectas, mejor dicho: son un auténtico desastre. La primera discusión de Fernando y Beatriz fue por la colada que hicieron al llegar a su nueva casa: al sacar de la lavadora la ropa estaba tan encogida que le hubiera servido a David el Gnomo y a su esposa Lisa, pero no a ellos. El disgusto fue enorme. Uno echaba la culpa al otro y, hasta que tiraron de la cisterna del inodoro y el agua salió caliente, no fueron conscientes de que la conexión de las tuberías estaba hecha al revés: el agua caliente salía por dónde correspondía a la fría y viceversa. La parte buena fue que la reconciliación se cerró con un beso apasionado y la peor que el fontanero de la constructora tardó tres meses en dar con la solución. Y es que nuestro trabajo tiene que ver, más que con los edificios, con las personas, con sus ilusiones y sus problemas, sus posibilidades y sus limitaciones. El administrador de fincas con el paso del tiempo va comprendiendo que el vecino del tercero no tiene una avería en la televisión: se ha quedado sin ver el partido que ha estado esperando disfrutar toda la semana; y el del sexto no es que se haya quedado sin agua: su problema es que su hijo mayor ha tenido que ir sin ducharse a una entrevista de trabajo. Esta es la gran dificultad y al mismo tiempo la grandeza de nuestro trabajo: nuestra obligación es ayudar a nuestros clientes a que, en su día a día, los servicios que les importan funcionen. 17 Sin embargo, el azar determina que en muchas ocasiones algunas cosas fallen en el peor momento. Un día de octubre en 2012 sonó el teléfono de la oficina a las 9:15 horas: Dígame. Le llamo desnudo, con todo el cuerpo enjabonado porque estaba duchándome tan tranquilo y se ha ido el agua. ¿Qué haces en ese momento? ¿Qué puedes decirle a este cliente? ¿Existe un momento peor para quedarse sin agua? No tengo respuesta para estas preguntas. Lo que sí puedo asegurar es que en estas situaciones sientes gran impotencia. Y sistemáticamente el azar elige malos momentos para provocar grandes problemas. ¿Cuál es el peor momento que podríamos elegir para que se rompa una tubería y se caiga el techo encima de una familia que está cenando? Esto pasó en la cena de Nochevieja del cambio del milenio a las 23.00 horas, con las uvas encima de la mesa. Una tubería general de agua caliente reventó y la catástrofe sobrevino. En ese momento da igual que sea uno de los mejores edificios de la ciudad. Hay que hacer algo. Solo dejó de salir agua cuando cortaron la llave de paso general de todo el edificio. 50 Viviendas sin agua la noche más especial del año. Cuando el fontanero fue a reparar la tubería, el propietario, con la lógica indignación, le preguntó: ¿Usted sabe lo que es esto? El fontanero, titubeando y con gran sorpresa por la pregunta, respondió: 18 ¿Una gotera? ¡No! ¡Es un tapiz del siglo xviii! Por realidades como esta, hay muchas tareas importantes que realizamos los administradores de fincas colegiados que no son valoradas como verdaderamente merecerían. Cobrar los recibos; realizar la contabilidad; convocar, asistir y dirigir las juntas; redactar las actas; atender las incidencias; los trámites con las compañías de seguros... Todo el esfuerzo realizado queda en un segundo plano ante cualquier problema que afecte a un vecino en algún asunto que le afecte personalmente. Creo que todos los lectores coincidirán en pensar que el reconocimiento que obtenemos no es proporcional al esfuerzo y responsabilidad de nuestra actividad. Si lo pensamos bien, las comunidades de propietarios son como ciudades en miniatura (hay muchos casos que son incluso más grandes y con más población que numerosos pueblos de nuestra geografía). Los edificios tienen su alumbrado, su abastecimiento de agua y su red de alcantarillado. Las escaleras y ascensores son sus redes y medios de transporte. No faltan sistemas de comunicación y gran parte de las nuevas edificaciones disponen también de sus zonas deportivas y ajardinadas. Y como en cualquier ciudad, también nos encontramos todo tipo de personajes. Por citar alguno, recordaré la figura del cotilla (hombre o mujer), conocida y extendida por todos los rincones. Me relataron el caso de una mujer que 19 vive en un entresuelo y cuya capacidad de análisis de su entorno era tan amplia como la cantidad de conocimientos innecesarios que puede trasmitir por segundo. Tan cansados estaban de su verborrea sus vecinos, que el del octavo envió una carta a su administrador pidiendo su intervención. «Esta vecina explicaba en su misiva me espera agazapada en el portal y sube conmigo en el ascensor. Pero en lugar de quedarse en su planta sube hasta la mía y muchas veces sale del ascensor y me acompaña hasta mi propia puerta contándome dimes y diretes de gente que no conozco y cuyas vidas no me interesan en absoluto.» Terminaba su escrito pidiendo: «Le ruego encarecidamente que haga todo lo posible para que no falle el ascensor: no sé de lo que sería capaz si tuviera que pasar media hora encerrado con ella en un metro cuadrado». Quiero terminar agradeciendo a Marián Campra y Javier Ronda el trabajo realizado. Los edificios son nuestro principal patrimonio material y de un modo ameno y distendido Marián y Javier nos invita a reflexionar sobre la forma de afrontar el día a día. La difusión de este anecdotario también nos ayuda a explicar la importancia de la actividad profesional de los administradores de fincas colegiados. A veces se identifica a las comunidades de propietarios con estas situaciones y con los problemas que todos conocemos. Sin embargo, la realidad es que el funcionamiento de estas comunidades en nuestro país es ejemplar. 20 En el rato que ha dedicado usted a leer estas líneas, han sido miles los traslados en ascensor, y las personas que han estado viendo la televisión, o se han duchado con normalidad, o han abierto la puerta del garaje y aparcado su vehículo. Y me gustaría que estas líneas sirvieran para ayudar a valorar la contribución de los administradores de fincas colegiados al buen funcionamiento de nuestros edificios, más aún, del día a día en nuestro hogar. Salvador Díez Presidente del Consejo General de Administradores de Fincas de España
72999
Ficha técnica
Autor
Ronda Iglesias, Javier
Editorial
Algaida Editores
ISBN
978-84-9067-613-4
Fecha de Publicación
30-06-2016
Nº de páginas
224
Encuadernación
Rústica
Nº edición
1
Comentarios (0)
No hay reseñas de clientes en este momento.
Su agradecimiento a la reseña no pudo ser enviado
Reportar comentario
¿Está seguro de que quiere denunciar este comentario?
Reporte enviado
Su reporte ha sido enviado y será considerada por un moderador.
Su reporte no pudo ser enviado
Escriba su propia reseña
Reseña enviada
Su comentario ha sido añadido y estará disponible una vez sea aprobado por un moderador.